Sólo los muy ingenuos creen que los capos rojos, los que sudaron gatillo, puñal y garrote durante un cuarto de siglo, van a entregarle su poder a un entrevistador paranoico
Los pocos empresarios que están uniéndose a Funes, piensan en el negocio pero también deben pensar en sus familias, en sus empleados, en la economía y en la buena gente de El Salvador.
Tengan vergüenza de ser desvergonzados.
Churchill contaba la historia del hombre que daba de comer a un cocodrilo, con la esperanza de que lo devorara por último, como están haciendo aquí los "amigos de Funes": el miedo no es el que les causa el candidato, sino las siniestras figuras que controlan la banda que lo postula. Sólo los muy ingenuos creen que los capos rojos, los que sudaron gatillo, puñal y garrote durante un cuarto de siglo, van a entregarle su poder a un entrevistador paranoico, su marca, parte de sus alianzas y sus logros en consolidar el voto duro.
Para los próximos días, se nos dice, un grupo de empresarios que también quieren alimentar cocodrilos, van a salir apoyando públicamente a Funes. Los ingenuos se han arrimado creyendo que "ser amigos", cheros de última hora, les salvará del desplome económico que se desencadenaría si los rojos ganan en marzo. Suponen ellos que estarán inmunes a un colapso del comercio, a la fuga de capitales, al desempleo que se desataría por la paralización general de la inversión. Asimismo, que su acercamiento a Funes los pondrá a salvo del desvalijamiento fiscal, de los acosos de los extorsionistas rojos, del vandalismo. También en Venezuela hubo empresarios que apoyaron a Chávez.
Ningún negocio y ninguna familia en Nueva Orleáns, hay que recordar, salió ilesa del huracán Katrina, como tampoco la gente de trabajo en El Salvador pudo escapar incólume de la debacle causada en los años de la gran demencia por la diabólica combinación del terrorismo rojo y las depredaciones del duartismo. A muchos nos tocó rehacer nuestras empresas, restablecer el empleo, reconquistar mercados; otros sucumbieron, como los agricultores eficientes que vieron sus tierras arruinadas por los grupos de usurpadores que las tomaron. Se requirió de una enorme cantidad de esfuerzo, de nuevos sacrificios, de inversión y de presupuestos públicos, para reconstruir el país.
Dicen a cada uno lo que quiere oír
¿Conocen los empresarios amigos de Funes lo que éste y los rojos están maquinando sobre el sistema económico, incluidas las regulaciones fiscales, el Tratado de Libre Comercio, políticas laborales, inversión y ganancias? ¿Cuáles son los cambios profundos que el comunismo quiere efectuar sobre la producción y los negocios? ¿Hay algún país libre y próspero donde operen esas políticas?
Hay otro factor decisivo: el temor que despiertan los rojos, lo incierto del futuro, su historial como una banda medularmente opuesta a la propiedad privada y a las empresas, hará que muchos empresarios y negocios no inviertan "hasta ver claro". Eso provocará una desaceleración económica de grandes proporciones, haciendo caer en picada al empleo y al movimiento comercial.
Los pobres empresarios amigos no se dan cuenta de que los están usando para dividir el mundo de la producción y hacer creer al electorado que al mismo tiempo que habrá grandes cambios, no habrá cambios que afecten sus vidas.
Los rojos ofrecen a unos confiscar las empresas y, a otros, ayudar a las empresas.
Los pocos empresarios que están uniéndose a Funes, piensan en el negocio pero también deben pensar en sus familias, en sus empleados, en la economía y en la buena gente de El Salvador.
Tengan vergüenza de ser desvergonzados.
Churchill contaba la historia del hombre que daba de comer a un cocodrilo, con la esperanza de que lo devorara por último, como están haciendo aquí los "amigos de Funes": el miedo no es el que les causa el candidato, sino las siniestras figuras que controlan la banda que lo postula. Sólo los muy ingenuos creen que los capos rojos, los que sudaron gatillo, puñal y garrote durante un cuarto de siglo, van a entregarle su poder a un entrevistador paranoico, su marca, parte de sus alianzas y sus logros en consolidar el voto duro.
Para los próximos días, se nos dice, un grupo de empresarios que también quieren alimentar cocodrilos, van a salir apoyando públicamente a Funes. Los ingenuos se han arrimado creyendo que "ser amigos", cheros de última hora, les salvará del desplome económico que se desencadenaría si los rojos ganan en marzo. Suponen ellos que estarán inmunes a un colapso del comercio, a la fuga de capitales, al desempleo que se desataría por la paralización general de la inversión. Asimismo, que su acercamiento a Funes los pondrá a salvo del desvalijamiento fiscal, de los acosos de los extorsionistas rojos, del vandalismo. También en Venezuela hubo empresarios que apoyaron a Chávez.
Ningún negocio y ninguna familia en Nueva Orleáns, hay que recordar, salió ilesa del huracán Katrina, como tampoco la gente de trabajo en El Salvador pudo escapar incólume de la debacle causada en los años de la gran demencia por la diabólica combinación del terrorismo rojo y las depredaciones del duartismo. A muchos nos tocó rehacer nuestras empresas, restablecer el empleo, reconquistar mercados; otros sucumbieron, como los agricultores eficientes que vieron sus tierras arruinadas por los grupos de usurpadores que las tomaron. Se requirió de una enorme cantidad de esfuerzo, de nuevos sacrificios, de inversión y de presupuestos públicos, para reconstruir el país.
Dicen a cada uno lo que quiere oír
¿Conocen los empresarios amigos de Funes lo que éste y los rojos están maquinando sobre el sistema económico, incluidas las regulaciones fiscales, el Tratado de Libre Comercio, políticas laborales, inversión y ganancias? ¿Cuáles son los cambios profundos que el comunismo quiere efectuar sobre la producción y los negocios? ¿Hay algún país libre y próspero donde operen esas políticas?
Hay otro factor decisivo: el temor que despiertan los rojos, lo incierto del futuro, su historial como una banda medularmente opuesta a la propiedad privada y a las empresas, hará que muchos empresarios y negocios no inviertan "hasta ver claro". Eso provocará una desaceleración económica de grandes proporciones, haciendo caer en picada al empleo y al movimiento comercial.
Los pobres empresarios amigos no se dan cuenta de que los están usando para dividir el mundo de la producción y hacer creer al electorado que al mismo tiempo que habrá grandes cambios, no habrá cambios que afecten sus vidas.
Los rojos ofrecen a unos confiscar las empresas y, a otros, ayudar a las empresas.
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